La memoria es un relato. Una selección, un recorte. Es el modo en que construimos el pasado desde el presente. Aquello que fuimos, que determina en gran medida lo que somos. En meses se cumplen 200 años del grito de emancipación de estas tierras que hoy es nuestro país. Y los acontecimientos, las disputas, los silencios que marcaron aquel proceso, es también objeto de disputa y el producto de determinada. Pero viniendo más acá, también lo es el relato acerca de la dictadura asesina que bañó de sangre nuestro país hace poco más de 30 años.
Desde los inicios del proyecto político que conduce el país desde mayo de 2003, primero bajo la presidencia de Kirchner y luego su esposa Cristina Fernández, los derechos humanos ha sido un tema central en las políticas y sobre todo en el discurso oficial, como no había sucedido en ninguno de los gobiernos post-dictatoriales. La anulación del indulto firmado por Mxnem a los responsables del genocidio y los juicios a represores, junto a la recuperación de espacios con una carga simbólica innegable, posicionaron al gobierno como “el gobierno de los derechos humanos”. El ejercicio de la memoria se volvió política de Estado. Entonces la discusión sobre qué se construye acerca de esa época, cómo y para qué, resulta un aspecto por demás interesante.
En los últimos años, la marcha que se realiza cada 24 de marzo a Plaza de Mayo, fecha aniversario del golpe de Videla y sus secuaces, se ha convertido en un innegable escenario de disputa acerca de quién construye el relato sobre la dictadura. Porque hasta el 2003 –cuando nunca se había tomado esta bandera desde la Casa Rosada-, esa había sido una fecha de protesta y reclamo por aquellas reivindicaciones por las que desaparecieron 30.000 personas. Para pedir por los juicios y el fin de la impunidad, pero también para recordar que la dictadura fue algo más que el plan ejecutado por un grupo de militares delirantes y que sectores de la sociedad que impulsaron aquella atrocidad y se beneficiaron con ella, hoy continúan saqueando nuestro pueblo de modos más sutiles pero no menos perversos.
Entonces sucede que el gobierno y las organizaciones de derechos humanos ligadas a él –que, vale decirlo, han mantenido la lucha por la memoria en épocas donde se intentó instalar el olvido y la tan mentada “reconciliación”-, pretenden monopolizar la memoria. Es decir, monopolizar el relato acerca de lo que pasó. Acerca de cómo y quiénes deben recordarlo. Es así como muchos partidos políticos, organizaciones sociales, centros de estudiantes, organismos de derechos humanos, tantos espacios independientes y opositores al gobierno -que desde años atrás vienen luchando contra el olvido codo a codo con las organizaciones de derechos humanos afines al oficialismo-, son hoy silenciados y obligados a entrar “de prepo” a la plaza a denunciar las violaciones de los derechos humanos de ayer y hoy. A aportar su voz a ese relato polifónico de lo que fue.
Porque es posible pensar que, en cierto modo, los vuelos de la muerte continúan cuando desaparecen pibes en los barrios pobres de las grandes ciudades a manos de las fuerzas represivas del estado. Porque el genocidio no termina si por los casos de gatillo fácil han muerto casi 3 mil personas desde el retorno de la democracia. Tampoco si el sistema económico imperante sigue expulsando a las mayorías al hambre y la exclusión y derechos básicos como la vivienda, la salud y la educación no llegan a todos. Y qué decir de la ilegítima y fraudulenta deuda externa que enfrasca la discusión de las alternativas políticas patronales en torno de qué manera financiar nuestra dependencia. Una vez más.
Entonces la tarea es instalar la discusión. No quedarse nunca con un relato que se pretenda monopólico, porque enseguida asoma el peligro del pensamiento único. La lucha de los muertos, los torturados, es un terreno de disputas y no el monopolio de un proyecto político. Porque a la realidad se la construye. Se la pelea. Poniendo el cuerpo, para mostrar que no han vencido a nadie. Ni ayer, ni hoy, ni nunca.
Por Sensible de Bar en Quedishu?8 - Mayo 2010
Foto: Cecilia Antón
1 comentario:
piola loco, me gusta cuando la gente escribe asi directo sin tanta metafora ni codigo.. la realidad debe ser entendida hasta por el menos alfabetizado!!!
a luchar!!
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