Hay diversas maneras de aprender. Hay diversas maneras de enseñar. La educación puede desarrollarse en ámbitos y momentos muy variados. Puede volverse una rutina tediosa y agobiante. O no. Siempre estará abierta la puerta al mundo en que todo Quedishu? se mueve como una Legrand en la mesa. Sí señores, hay un lugar para la anécdota en la escuela. Quién no ha recordado hasta las lágrimas algunos de esos momentos inolvidables de la secundaria (consúltese en el comité editor: “clase de rastafarismo” o “ponga”). No olvidemos la instancia de formación universitaria, donde siempre habrá espacios para momentos como el siguiente:
Docente: “… entonces cuando lleguen a una escuela pueden consultar con el E.O.E., para…”
Compañera: (mirada de incredulidad)
Docente: “querías agregar algo…?”
Alumno: “sí! Le decía que E.O.E me recuerda a EOE, salchichas con puré, jaja”
Docente, resto de los alumnos: silencio y miradas atónitas, excepto quien relata.
Pues bien, cuando el recorrido se acaba y uno llega del otro del mostrador –o del escritorio- la cosa presenta nuevas características. Pero la anécdota siempre está al acecho. Un buen Quedishu? sabrá aprovechar la oportunidad. Ejemplificaré.
Situación 1: residencia, aún estudiante del profesorado. Primera clase que debía dar junto a mi compañero de prácticas con todo lo que ello implica (nervios, inseguridad, ansiedad, etc .etc.). En la esquina del colegio el tufillo que indica que “algo va a pasar” –esta sensación podrá desarrollarse en otro artículo de limpieza, pero es una verdad científica- flotaba en el aire. Chicos y chicas vestidos con disfraces llamativos, bombos, porras de colores aplaudían y cantaban. Una vez esperando en el pasillo, fuera del aula, oímos de pronto un estruendoso ritmo de murga que comenzó a copar el aire. Justo el día en que quien suscribe daba su primera clase, quinto año hacía su “vuelta olímpica”. Dicho festejo se desarrollaba paseando por todos los pisos del colegio y, por supuesto, ingresando a cada uno de los salones. Desde ya, la mañana era larga, pero todo tenía que suceder cuando nosotros estábamos dando la clase.
Lo que sigue puedo resumirlo con la profesora que nos cedió el espacio de su clase para las prácticas apoyada de espaldas a la puerta y 20 pibes del otro lado forzando para entrar. Una vez adentro, papeles volando por el aire, chicas gritando y bailando murga arriba del escritorio y un pibe de anteojos negros y camiseta de Racing que tocaba el redoblante y con uno de los palillos me señalaba y me gritaba “Ey! no te olvides de decir lo que pasó en Ecuador eh?”. Ese día le hicieron el golpe a Correa. Una vez que salieron del aula la murga continuó sonando en el patio del colegio. De ese modo transcurrió nuestra primera clase.
Situación 2: primer día de clases como docente, ya con un curso a cargo. La clase era el lunes de 17:30 a 18:30. La semana anterior había sido feriado de carnaval, por lo que aún no habían tenido ningún lunes. Desde la dirección observaba a los chicos del curso con el que tenía. Se hizo la hora, sonó el timbre y mis ojos vieron que los chicos salían del aula, pero con las mochilas puestas. Como sabiendo a quién tenía enfrente (para otra futura nota queda flotando la percepción de la gente común cuando un Q? anda rondando, ¿hay algo que identifica a este grupo social?), la preceptora justo veía unos horarios y hablaba con otros docentes, por lo que no vio a los chicos salir ni escuchó con atención mi tímido y risueño “… me parece que se van…”. El timbre sonó, pero los chicos no volvieron del recreo. La directora llegó y me encontró en la dirección. Riendo señalé el aula y le dije: “se fueron”; incrédula miró al salón vacío de chicos y me respondió “no, ¿en serio?” y agarrándose la cabeza agregó “ ¡uh perdón! no les avisamos que hoy tenían que quedarse!”; a lo que no vacilé en responder “jajaja, no pasa nada, queda la anécdota”. Y así volví a mi hogar luego de mi no inicio profesional, pero con una nueva anécdota en mi haber.
Mi experiencia no es vasta aún, recién comienzo a desandar este camino de la enseñanza. Pero ya he aprendido la importancia de la anécdota. También vale como recurso didáctico, claro, quién no ha llevado Quedishu? para trabajar en el aula, o ha gritado en la primera clase, mientras saltaba con un puño en alto “arte, arte, arte, para liberarte”, invitando a los estudiantes que quisieran a hacer lo mismo. Para la segunda parte del año queda flotando la propuesta de tomar como objeto de estudio las superproducciones Q? que tienen como protagonista a Paulo. La idea es trabajar la saga completa. Para ese momento puede convocarse un panel de ñam para desarrollar junto a batah y beteh un debate en vivo.
Eso es todo amigos, no duden en dejarse llevar siempre y en todo momento por los vientos de la anécdota. Todas nuestras prácticas deben enmarcarse en nuestro proyecto superador: mandar cualquiera es el horizonte revolucionario que no debemos perder de vista. Salud.
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