Lo enloquecía la espera. Gestos, onomatopeyas, miradas al reloj (o al celular). La gran ciudad lo depositaba en esa situación una y otra vez. Quiso en un momento de caos vehicular volar en una burbuja por encima de todos viendo al tiempo parar solo para los demás. No lo consiguió obviamente. Se burló hasta de él mismo falseando un freno personal mientas los demás pasaban a su lado. Indiferencia, miradas con insultos, miradas sin entender y risas generó.
Apostó por la persistencia: la instantaneidad de un segundo frenado quiso ser. Buscó, pensó, caminó. La reproductibilidad de una foto no lo convenció debido a una mala influencia marxista de antaño. El arte era la respuesta. Capturó, capturó, capturó con pinceles y hojas varias. No pudo jamás demostrar lo que le molestaba. La acción lo espera. Todo (o casi) de él depende.
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