"Las cosas cambiaron el día en que el primer papelito cayó del tren"
No se hace cuanto ni desde cuando estoy en este lugar y lo único que me acuerdo es hoy. Miro por la ventana y veo como llueve afuera, aunque no me importa, total no puedo salir. Me pregunto dónde estoy, pero tengo esa sensación de querer convencerme diciendo que si llegué hasta acá, no puedo o no quiero volver.
Un nuevo día arranca y como todos, me levanto con la radio y siempre a la misma hora suena el mismo tema. Busco en esa canción y encuentro coincidencias pero también las agrego, las invento o las adapto para creerme y verme ahí. Podría poner la tele, la radio, un libro, o simplemente esperar en la ventana a que pase alguien caminando aunque de antemano sepa que no vaya a suceder, si no para de llover.
Busco cualquier cosa para distraer mi mente, no solo para evitar que viaje a otro lado, que sin mi cuerpo en el mismo lugar, todo se torna más débil y frágil. Sino también para no caer en la única salida que me queda, tan accesible y tan efímera.
Intento pero no puedo, entro y salgo constantemente, voy y vengo y a veces coincido. Esos momentos son, eran y fueron únicos, irrepetibles, similares pero siempre distintos. No es lo único que me desvela hasta la madrugada, que me mantiene despierto hasta que el sol empieza a hacer lo suyo de nuevo, pero es lo único que quiero. Muchas veces no solo me mantiene despierto, o es la causa de mi insomnio, ese algo del otro lado que me espera, desespera y no me deja, También me despoja de toda posibilidad de pensar qué camino tomar, por más que siga a un costado.
Voy y vengo con mi yo interior, sin detenerme un instante analizo todo o al menos trato, buscando una salida en un laberinto lleno de espinas. Tomo cada curva dentro de ese camino buscando ese cambio de dirección y cada momento termina igual, inevitablemente el desenlace es el mismo. Una mirada intenta decirlo todo, intenta llegar hasta el fondo pero se queda vacía y sin respuesta, siempre aparece otra curva que tomar.
En la pared, al lado de la puerta de entrada, hay un cuadro, no tengo idea cómo lo pintaron, pero tiene dos botes, uno rojo y otro azul, sobre la arena de una playa y de fondo el mar con el sol de testigo. Están enfrentados entre sí, como si se hablaran o quisieran decirse algo y en un momento hasta pareciera un reclamo, con un grito al viento y quejándose.
Me puedo pasar el día completo contemplando esa escena, cae la noche para mí pero no para ellos y me imagino como seria su noche, con la luna por el sol, siempre cambiante, pero siempre igual, solita, hermosa y distante. No sé si es la lluvia, el día o mi estado de ánimo o todo junto quizás, pero al verlo, me imagino ahí, solo, atrás de un vidrio, encallado.
Al otro día es lo mismo, cada día es igual, sigo con mi búsqueda incesante o mejor dicho mi espera, como si no dependiera de mí encontrar la salida. Esta vez elijo un libro, las horas pasan, las páginas y las palabras también. Me preparo un café, luego otro y van. Ya no sé como tomarlo, probé caliente, frío, con o sin leche, probé hacerle espuma para ver si cambiaba algo y hasta llegué a ponerle azúcar, algo que jamás pensé que podría lograr. Nada o ninguna de las opciones las pude sostener, todas me cansaron y me puse a buscar que otras alternativas tenía. Revisé la cocina y al lado del azúcar había canela, lo pensé un instante pero me definí y le puse, en un principio poco y estaba rico. Le seguí poniendo, le puse mucho y empecé a encontrar un sabor distinto, algo que no había probado antes, desconocido y que me gustaba.
Vuelvo a la ventana buscando la misma salida que nunca voy a encontrar allí. Hay niebla, está oscuro y a pesar de la lluvia que no me deja ver bien, alcanzo a dilucidar una casa. Son varios pisos, ventanas en varias direcciones pero sus paredes están desgastadas, en algunos puntos no hay revoque y en otros hasta los ladrillos están rotos. La veo, me sonrojo y tiemblo. Al contemplarla, la imagino y extrapolo a un tiempo, lugar y clima donde la luz entra por todas las ventanas, algunas están abiertas y esas paredes, hoy débiles y frágiles, se plantan y levantan amenazando y disuadiendo a cualquiera que ose atravesarlas.
No me queda nada, pero puedo dar todo. Tengo ganas de salir, pero no sé cómo.
Se que esta todo ahí, al alcance de mi mano, que puedo llegar tan lejos como quiera, pero tengo miedo de darme cuenta que ya caí y terror de intentar salir y no poder. Miedo a apostar todo el dinero del mundo, a un solo numero.
Sigo mirando por la ventana, sé que no va a durar para siempre. Se acerca noviembre. No para de llover.
Texto: Bombita
Dibujo: Tomi
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