27/3/11

La "Q" asesina???


La Dirección de Archivos de la Honorable Municipalidad de Lanús, "conmocionada por encuentro de fotografía con misteriosa marca ¿religiosa? en mano de Manuel Quindimil", también conocido como "Kill-Dimil", nos envía esta fotografía de su ex emperador acusándonos de "justicieros imberbes".

Ante estas infames acusaciones Quedishu? Asociated Group for the anécdota in the world, declara que "no tiene nada que ver con los cargos presentados por la municipalidad de Lanús" y que en el caso de poder contar con tales poderes "tendríamos otras prioridades claramente".

Por último, los buscadores de anécdotas, afiliados a la Q, manifestaron su deseo de "poder contar con esos poderes a la brevedad".

24/3/11

Memoria de Siglos

La memoria es un relato. Una selección, un recorte. Es el modo en que construimos el pasado desde el presente. Aquello que fuimos, que determina en gran medida lo que somos. En meses se cumplen 200 años del grito de emancipación de estas tierras que hoy es nuestro país. Y los acontecimientos, las disputas, los silencios que marcaron aquel proceso, es también objeto de disputa y el producto de determinada. Pero viniendo más acá, también lo es el relato acerca de la dictadura asesina que bañó de sangre nuestro país hace poco más de 30 años.


Desde los inicios del proyecto político que conduce el país desde mayo de 2003, primero bajo la presidencia de Kirchner y luego su esposa Cristina Fernández, los derechos humanos ha sido un tema central en las políticas y sobre todo en el discurso oficial, como no había sucedido en ninguno de los gobiernos post-dictatoriales. La anulación del indulto firmado por Mxnem a los responsables del genocidio y los juicios a represores, junto a la recuperación de espacios con una carga simbólica innegable, posicionaron al gobierno como “el gobierno de los derechos humanos”. El ejercicio de la memoria se volvió política de Estado. Entonces la discusión sobre qué se construye acerca de esa época, cómo y para qué, resulta un aspecto por demás interesante.


En los últimos años, la marcha que se realiza cada 24 de marzo a Plaza de Mayo, fecha aniversario del golpe de Videla y sus secuaces, se ha convertido en un innegable escenario de disputa acerca de quién construye el relato sobre la dictadura. Porque hasta el 2003 –cuando nunca se había tomado esta bandera desde la Casa Rosada-, esa había sido una fecha de protesta y reclamo por aquellas reivindicaciones por las que desaparecieron 30.000 personas. Para pedir por los juicios y el fin de la impunidad, pero también para recordar que la dictadura fue algo más que el plan ejecutado por un grupo de militares delirantes y que sectores de la sociedad que impulsaron aquella atrocidad y se beneficiaron con ella, hoy continúan saqueando nuestro pueblo de modos más sutiles pero no menos perversos.


Entonces sucede que el gobierno y las organizaciones de derechos humanos ligadas a él –que, vale decirlo, han mantenido la lucha por la memoria en épocas donde se intentó instalar el olvido y la tan mentada “reconciliación”-, pretenden monopolizar la memoria. Es decir, monopolizar el relato acerca de lo que pasó. Acerca de cómo y quiénes deben recordarlo. Es así como muchos partidos políticos, organizaciones sociales, centros de estudiantes, organismos de derechos humanos, tantos espacios independientes y opositores al gobierno -que desde años atrás vienen luchando contra el olvido codo a codo con las organizaciones de derechos humanos afines al oficialismo-, son hoy silenciados y obligados a entrar “de prepo” a la plaza a denunciar las violaciones de los derechos humanos de ayer y hoy. A aportar su voz a ese relato polifónico de lo que fue.


Porque es posible pensar que, en cierto modo, los vuelos de la muerte continúan cuando desaparecen pibes en los barrios pobres de las grandes ciudades a manos de las fuerzas represivas del estado. Porque el genocidio no termina si por los casos de gatillo fácil han muerto casi 3 mil personas desde el retorno de la democracia. Tampoco si el sistema económico imperante sigue expulsando a las mayorías al hambre y la exclusión y derechos básicos como la vivienda, la salud y la educación no llegan a todos. Y qué decir de la ilegítima y fraudulenta deuda externa que enfrasca la discusión de las alternativas políticas patronales en torno de qué manera financiar nuestra dependencia. Una vez más.


Entonces la tarea es instalar la discusión. No quedarse nunca con un relato que se pretenda monopólico, porque enseguida asoma el peligro del pensamiento único. La lucha de los muertos, los torturados, es un terreno de disputas y no el monopolio de un proyecto político. Porque a la realidad se la construye. Se la pelea. Poniendo el cuerpo, para mostrar que no han vencido a nadie. Ni ayer, ni hoy, ni nunca.


Por Sensible de Bar en Quedishu?8 - Mayo 2010

Foto: Cecilia Antón


7/3/11

Recuerde el alma dormida

La idea de este escrito no es contradecir que lo pasado fue mejor, sino cuestionarnos la dificultad que radica en esta afirmación; afirmación quizá más cargada de reproches hacia los tiempos modernos que de nostalgia por los pasados. A modo de ejemplificar esto, se enunciarán algunos breves relatos que ilustran la tendencia de este artículo que, luego de ser leído, espero pase a la posteridad (ubiquémonos en 2015) mediante frases como “…las notas de la Quedishu? de 2009 eran mejores, se ve que en esa época estaban menos drogados que ahora…” “no sé qué les pasó a estos pibes, antes escribían cosas interesantes, ahora cada dos renglones utilizan la palabra guasca, son unos cerdos…”

Ejemplo I

Sábado 15:00hs: mientras paseaba por Parque Lezama con un amigo propuse ir al quiosco en busca de algunas golosinas, creí ver uno a escasos cincuenta metros. Cruzamos Defensa, acelerando el paso porque venía un 168 a velocidades estrepitosas por Martín García, nos apostamos en la puerta del ahora bien divisado almacén. Entre los frascos de aceitunas flotantes en salmuera de opacidad séptica, aparece un señor agradable…

- Qué van a llevar, muchachos?

- Dame un paquete de Tentaciones – propuse contento por mi rápida decisión.

Mi amigo asiente con un cierto aire de disconformidad.

- Qué, no te gustan? – digo en clara posición intolerante.

-Sí, pasa que ya no son iguales a las de antes…

De esto se trata señores, luego de varias cuadras donde comimos las galletas (y tomamos una Cindor*), discutimos acerca de la calidad del producto, la disminución del gasto en la materia prima para aumentar la productividad y el consumo a expensas de campañas publicitarias que se llevan eso que ahorran en la manufactura, hablamos del bar británico cuando pasamos por la puerta, prendimos un pucho, y todo ¿para qué? Para que me quiera explicar que el gusto no es el mismo, que cambia el sabor de la galletita, que antes “tenían más mus”. Me indigno, de hecho, estoy de acuerdo en que el sabor podría ser distinto pero me opongo a afirmar que recuerdo cómo carajo era el gusto hace más de diez años. Tal vez quiero generalizar esta suerte de amnesia en mis papilas, no sé. Otra cosa que me sorprendió me la dijo un conocido en una merienda laboral: “…la jalea de frutilla es más gomosa, y trae menos crema en el medio…” Obviamente, no pudo sostener su afirmación ante la pregunta sobre si recordaba la consistencia de al menos el 50% de las cosas que había probado una década atrás.

Ejemplo II

Domingo 17:00hs: Estaba calentando el agua para tomar unos mates con un amigo, propongo hacer unas tortas fritas (no tan ricas como las que hacía mi abuela en el pasado pensé, aunque no lo dije) ante la inminente lluvia. Preparo el bollo, ponemos el partido y vemos que el cielo se pone negro y de a poco empieza a bajar la temperatura… No sé cómo apareció el tema del calentamiento global, los hidrocarburos, la carnicería medioambiental…Lo que si sé es que terminamos hablando de que este último invierno no fue tan frío como “los de antes”. Es claro que ninguno de los dos sabe un pomo de climatología ni, mucho menos, tiene estadísticas fiables acerca de registros de temperaturas pasadas. Lo cierto es que para él, cuando era chico, hacía más frío. Nuevamente, nos encontramos ante el derrotero de mezclar un tema real con uno claramente subjetivo y de dudosa confiabilidad. Quién sabe la tonelada de situaciones que pueden haberse suscitado para que alguien asegure que antes hacía más frío, y no estoy cuestionando la tal vez correcta aseveración, sino esa memoria corporal que permite comparar fríos de hace veinte años con los de ahora.

Todo cambia, los productos, los que los hacen, cambiamos nosotros, cambia el planeta, cambia todo, es constante, imparable. Lo único que queda para no irse son los recuerdos. Recuerdos que se ligan a sensaciones corporales según parece.

Anexo III (*Ejemplo de la Cindor)

Otra manera de continuar es acercándoles el tema de la leche chocolatada Cindor. No voy a citar una situación en particular pero me harté de escuchar que el gusto no era el mismo… y lo más sorprendente, y demostrando una vez más esta cuestión de involucrar nuestros sentidos he llegado a oír que “…antes era más oscura, tenía más chocolate…”. Entonces, además del estrepitoso cambio en el gusto, nos encontramos ante un cambio apreciable a nivel visual… con lo que me cuesta a mí recordar una cara imagínense que hablar sobre el color de una leche es, a priori, un argumento que quien suscribe no puede fundamentar.

El problema es la disconformidad con el presente, es el intento de recuperar el tiempo que se fue, lo que nunca vuelve. No nos podemos desligar del componente afectivo que dejó una huella en los instantes que fuimos viviendo… Igual, supongo que por las características estéticas del fanzine, el lector se estará sintiendo estafado ante la carencia de situaciones que despierten gracia en esta nota, por lo que no pienso seguir extendiéndome en el tema y, de paso, cito una situación que me hizo reír mucho: si pueden, vean el video del diego en la casa de gran hermano repartiendo falopa y realizando una “coreo” con los bracitos en alto al grito de dieeeeegoooo dieeeeegoooo. Mortal.

El sabor de la pizza de “la americana”, de la cerveza, el calor de Villa Gesell, las gambetas de Dieguito Latorre, el color de una foto, la panza de Bonadeo, lo mullidito de algunos almohadones (acá involucramos el sentido del tacto), el olor de un asado, todo cambia… No sé, algo que permanece igual es la cara de pelotudo de Eduardo Feimann, aunque pensándolo bien cada día me parece más salame.

By Anthony Burgués en Quedishu? 10