24/2/09

Reencuentro

Como destino de mi descanso anual, fui invitado a la ciudad de Mar del Plata. En la playa me encontré, al igual que años anteriores en distintos lugares de la costa, con el Perro sedentario. Lo reconocí enseguida: la lengua afuera, leyendo un obtuso ejemplar de Imanuel Kan, "Critica de la razón purina dog chow", finamente encuadernado. Reflexioné entonces lo curioso de estos encuentros cualquiera sea la localidad balnearia que visite. Recordé un texto apócrifo de Alex Ander que se había subastado hace ocho años en Inglaterra. Desmond B. Longley, ganador de aquella pulseada, lo editó como genuino. Sólo unas pocas copias pudieron ser leídas gracias a las bondades de la red de redes. En ese texto podía leerse una monografía que versaba sobre lo unívoco de la fatalidad canina. Aseveraba que el destino de un perro era del de todos los perros, luego, este destino era el mismo simultaneamente para todos. Conjeturé entonces que había más de un perro sedentario, tantos como ciudades existen. Lo mismo daba que el perro que ante mi se hallaba fuese uno distinto, en tanto materia, al que encontré en las costas gesellinas el año pasado; un perro es cualquier perro, todos los perros son el mismo perro. El tiempo que empleé en pensar todo eso, el atorrante lo aprovecho para olerse una perrita.
Regresé de mis meditaciones cuando el perro le chumbó a una vieja, acto seguido me reveló que este verano había decidido colaborar con el plan divino y mordisquear pelotas playeras. Nos saludamos; él se alejó, no sin antes espetarme un "relajáte, nadie se revuelca dos veces en la misma cucha".

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1 comentario:

Anónimo dijo...

casi excelente