El señor Lorenzetti todas las noches sueña con que es un pájaro. Simbología onírica signando ansias de libertad dirán algunos; demasiado trabajo digo yo, que lo conozco: labura disfrazado de ave en El Trencito de la Alegría que anda por Plaza Italia y alrededores.
En otra época fue un comerciante de bastante fortuna, tenía varias sederías por Plaza Miserere. La vida que llevaba no era precisamente lo que se dice intensa, su mayor aventura no pasaba de jugar algún que otro número en la Nacional. Si queremos resumir y meter la pata en el charco del lugar común, podemos permitirnos asociar su vida con el color gris y evitarnos una parrafada descriptiva de lo que hacía todos los días Lorenzetti.
Un otoño la conoció a Carla en uno de sus locales. Mucho tiempo tomó que se formase la pareja, culpa de la tibieza del sedero para rumbear por lo incierto, pero a medida que la confianza y los sentimientos se fueron intensificando la personalidad de Lorenzetti comenzó a cambiar. Se animaba a saltar charcos en la calle con total desparpajo, bromeaba con frecuencia y se prendía en cualquier paseo que le convidaran.
Tristemente, cuando más vivo se sintió Carla lo dejó vía telefónica y sin motivo aparente. Fueron días de agua en los ojos. El andar cabizbajo hizo que leyera de un diario tirado en la calle, los números de la quiniela de la noche anterior. Había acertado. Con la boleta hizo un bollo maldiciendo, luego buscó unos rollos de seda en su negocio y los canjeó en otro local por gomaespuma de colores verde y amarillo. Se confeccionó un traje de loro y se presentó con éste ante sus empleados; les dijo que abandonaba todo, qué lo único que valía la pena era la sonrisa de los chicos. Pegó media vuelta y se fue.
Es por eso ¡Oh joven travieso, que te ves tentado ante cada personaje de tela y material sintético a impactar con tu bota sus ancas! que debes pensarlo dos veces, antes de humillar a quién crees que todo lo ha perdido. Debajo de esa máscara de poliuretano puede haber un hombre que lo ha ganado todo.
Texto y Dibujo: X
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